¿Es la terapia Gestalt Peligrosa?

Muchas personas creen que la terapia Gestalt es peligrosa, sin embargo, hay muchas consideraciones a tener en cuenta antes de poder afirmar algo así.

La terapia Gestalt posee un gran abanico de herramientas. Estas tienen una gran capacidad de profundizar en el inconsciente del individuo y ayudar a hacer aflorar aquellas “partes de sí” que se encuentran negadas u ocultas en su yo, así como resolver los conflictos existentes entre estas, para así integrar y sanar dichas polaridades.

Por ello, al igual que un escalpelo de cirujano, dichas herramientas tienen la capacidad de hacer tanto bien como mal a la persona. Por tanto, la respuesta a la pregunta de si la terapia Gestalt es peligrosa, la respuesta es “depende de la capacidad, experiencia y visión del terapeuta que dirige las sesiones y aplica las herramientas de que dispone”.

Estas herramientas bien utilizadas obtienen grandes resultados, por lo que resultan muy terapéuticas. Bien utilizado y en el momento adecuado del proceso, sirven para que el paciente pueda reconocer aquella parte de sí mismo que se está trabajando en la terapia.

terapia gestalt ¿peligrosa?

Un ejemplo de un buen uso de las herramientas Gestalt:

Un paciente tiene un gran miedo a ser tratado injustamente o agredido. Esto le ha llevado a tener una figura imponente y desarrollar una personalidad agresivo defensiva con la que en la actualidad se identifica completamente. el terapeuta Gestalt trabajará con él la confianza en sí mismo, el auto amor, su sensibilidad y su autoapoyo incondicional.

Una vez estos cimientos se encuentren desarrollados, podrá realizarse un ejercicio en que se encuentre con su parte negada, su niño que fue tratado mal, y está asustado y enfadado con el mundo. En dicho ejercicio se buscará la comunicación entre su yo adulto y esta imagen mental en que se proyecta su parte negada.

Así mismo, se buscará la aproximación y apoyo mutuo entre ambas partes, para reestablecer el vínculo sano y llegar a la integración de las mismas. Esta la es finalidad última, reestablecer la unidad mediante la integración de las partes del ego que se encuentran en conflicto, buscando una unificación sana y funcional. El paciente, a lo largo de las sesiones, irá tomando una conciencia más plena de si mismo, y mediante su voluntad, conciencia y el apoyo del terapeuta, podrá transformar en si aquello que necesita o desea.  

Un ejemplo de un buen uso de las herramientas Gestalt:

Un paciente está trabajando el duelo de la pérdida de un ser querido, si se encuentra en la fase de negación, y todavía no tiene el autoapoyo necesario para confrontar la realidad (que de hecho es el motivo de el alargamiento de dicha fase). En este caso, realizar un ejercicio para confrontar directamente la realidad del hecho puede ser negativo para el paciente, generándole un colapso que, aunque la naturaleza de la persona logrará superarlo, no deja de ser un error y un daño innecesario.

Así mismo, si un paciente tiene un problema de autoestima, y de forma real y profunda no se valora. Pero no es consciente de ello y se muestra a así mismo y a los demás desde el “yo tengo un gran valor como persona”. Si se ejecuta en este punto un ejercicio proyectivo de toma de conciencia, generaría un problema o colapso en el paciente, o no funcionará. Dicho ejercicio debe de realizarse una vez el paciente haya aprendido a quererse a si mismo, a tener un autoapoyo real y a saberse querer cuando ve defectos en su personalidad. En ese momento el ejercicio puede ser un punto de inflexión importante de toma de conciencia y para poder transformar de forma real la problemática interna.

Por tanto, la terapia Gestalt no es peligrosa, sino muy útil cuando se realizar de forma adecuada y se tiene la capacidad de saber cuándo es el momento de aplicar qué herramienta, así como qué es aquello que debe ser reforzado con anterioridad.

La formación como terapeuta Gestalt difiere sensiblemente entre unos centros y otros, así como entre unos países y otros. Tampoco todas las personas tienen las mismas capacidades o están orientadas a las mismas problemáticas. Por eso recomiendo a aquellas personas que se encuentren buscando un terapeuta Gestalt, que se aseguren de que tiene la formación pertinente que le habilita, así como las condiciones particulares de actitud, personalidad, estilo…etc, que al paciente le hagan sentirse cómodo, cuidado, respetado, visto y bien acompañado en su camino de desarrollo y autoconocimiento.

La formación como Terapeuta Gestalt es un Master de 3 años de duración. Por mi experiencia en el IPG de Madrid, que sigue la línea Californiana de Formación (Más experiencial), este integra:

  • Terapia individual (más de 250 horas)
  • 3 Años completos de terapia de grupo, trabajo personal y colectivo: Cada terapeuta a realizado un proceso personal de autoconocimiento expuesto y vivido colectivamente en la formación en seminarios y convivencias continuadas de gran intensidad. Además, lectura de libros, trabajos individuales y colectivos, así como exámenes.
  • Supervisión de casos (Más de 80 horas)

Conclusiones

A modo de conclusión, podemos decir que cada terapeuta Gestalt ha realizado un camino de autoconocimiento personal y ha desarrollado una visión terapéutica propia. Siempre con dicha formación se asegura un buen uso de las herramientas terapéuticas. Al igual que entre los cirujanos existen especialistas con mayor o menor experiencia, pulso, capacidad de decisión…etc, sucede lo mismo con los terapeutas Gestalt y cualquier otro profesional.

Por tanto, es completamente cierto que algunos pacientes de la Terapia Gestalt refieren experiencias en la terapia que no le han sido beneficiosas. En algunos casos incluso perjudiciales. Pero esto no es por la terapia Gestalt sino por la mala aplicación de la misma por parte del terapeuta. Esto debe ser bien comprendido, pues de lo contrario se genera un rechazo injusto hacia un sistema muy funcional, probado y con grandes resultados en la gran mayoría de los casos.

Tampoco debemos olvidar que el terapeuta es un guía, un apoyo…etc, pero es fundamental el compromiso, sinceridad y apertura del paciente para poder realizar una terapia exitosa.

La duración de la misma depende de la problemática que trae al paciente a consulta y sus condiciones psicoemocionales concretas. El paciente debe abandonar la terapia si siente o cree que no le está sirviendo o que el terapeuta no es el adecuado para sí. Hay veces que el paciente decide seguir la terapia tras superar su problemática inicial para, ya estando bien, continuar en su camino de desarrollo personal y autoconocimiento. Esto, en mi experiencia, es un camino que ayuda a ser más feliz y mucho más libre de poder elegir quienes somos y como experimentamos nuestra vida.

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Autor del texto: L. Héctor Salamanca León